LA
“CARRETA”[1]DE LA “CARRETA”: EL
DESENCUENTRO ENTRE LAS CIENCIAS SOCIALES Y LAS CIENCIAS NATURALES
Por: Lic. Arley Gonzalez
Saavedra.
Para dar un marco conceptual a la presente
reflexión comenzaremos con la pregunta acerca de ¿qué es ciencia?, que en su
definición más clásica afirma que incluye
una garantía absoluta de validez y es, por lo tanto, como conocimiento, el
grado máximo de la certeza (Abbagnano, 1961).
Esta visión particular de la ciencia nos
permite entrever una idea de mundo construida desde un paradigma generalizante
y totalizador que busca la comprobación de lo que se conoce, a través de
instrumentos pragmáticos que proporcionen resultados medibles y cuantificables,
que protagonizan la ruptura entre filosofía y teología en la edad moderna, para
dar paso a la secularización del conocimiento.
Los fundamentos de esta visión los podemos
encontrar en dos autores como Newton y Descartes. Para el modelo de ciencia
creado por Newton, existe una simetría
entre el pasado y el futuro. Era una visión casi teológica: al igual que Dios,
podemos alcanzar certezas, y por lo tanto no necesitamos distinguir entre el
pasado y el futuro puesto que todo coexiste en un presente eterno (Wallerstein, 1999). Descartes, por
su parte, presenta un modelo dual, basado en la suposición de que existe una distinción fundamental entre la
naturaleza y los humanos, entre la materia y la mente, entre el mundo físico y
el mundo social/espiritual (Wallerstein, 1999).
Estas reflexiones provocaron una división en
la investigación, como proceso de conocimiento, por un lado la ciencia, que
pasó a ser identificada con las Ciencias Naturales, basada en resultados medibles
y prácticos, y las Ciencias Sociales basadas en la especulación y la deducción.
La vida y el ser humano se configuraron pues, en un dualismo que produjo un
conocimiento que privilegiaba una visión sobre otra, a través de paradigmas que
ordenaron hasta comienzos del siglo XX la postura del ser humano frente a
aquellos fenómenos propios del devenir histórico, la vida y la humanidad.
Tenemos entonces, la certeza como el punto culmen del conocimiento en el ser,
que permitía un dominio del hombre sobre todo aquello que lo rodeaba, cimentado
en el positivismo como concepto fuerza durante este periodo.
Después de 1945, la relación que se había
configurado entre las Ciencias Naturales y las Ciencias Sociales, cambió debido
al cuestionamiento que desde esta última se hacía frentes a las llamadas certezas,
provocando lo que Julio Mejía llama la
transición paradigmática[2].
Factores como el ascenso de los Estados Unidos como potencia mundial, el
aumento de la población y la expansión de los estudios sociales a través del
sistema universitario, permitieron un cuestionamiento más agudo frente al
conocimiento institucionalizador instaurado antes de la posguerra.
A comienzos de la década de los años treinta,
desde las Ciencias Naturales emerge una perspectiva integradora de la ciencia
moderna, denominada Teoría general de
sistemas la cual plantea un nuevo
concepto para el estudio de las organizaciones sociales y de su administración.
Esta teoría proporciona un punto de vista diferente sobre la realidad de las
organizaciones sociales y puede servir de base para mayores avances en este
campo (Kast, 1981). El enfoque
sistémico proporciono nuevos elementos a la investigación científica, lo que
acerco gradualmente a las ciencias sociales y naturales, bajo una perspectiva
integradora, holística, multidisciplinaria, que permite la asimetría como un
rumbo hacia diversas posibilidades de conocimiento y de asumir una postura
frente al conocimiento y la vida misma.
Posteriormente, el entorno educativo se vio permeado
por diferentes paradigmas sicopedagógicos que han sido adoptados en algunos
casos por el afán mediático de estar a la vanguardia educativa y con la ilusión
de salir de una modernidad monolítica para
pasar a la plasticidad que brinda la posmodernidad.
Uno de los paradigmas más adoptados en los
últimos tiempos por las instituciones educativas ha sido el Humanismo, frente al
cual vale la pena aclarar que fue un elemento clave y piedra angular del
pensamiento renacentista entre los siglos XIV y XVII, con un interés de los
intelectuales de la época en difundir las humanidades (lenguas, literatura y la
filosofía greco-romana) para devolver al ser su condición de humanidad,
arrebatada por el oscurantismo medieval.
En el contexto pedagógico, el humanismo
encarna la esencia antropocéntrica del pensamiento moderno, haciendo énfasis en
que el ser humano es un ente consiente de sí mismo (conciencia histórica), que
fomenta el aprendizaje significativo y participativo, pero que sobre todo
promueve el respeto por las diferencias individúales: saberes, creencias,
paradigmas, culturas, etc. Por lo tanto,
el que-hacer pedagógico e institucional sufre una movilidad de pensamiento y
acción, encaminado a la promoción del saber, desprovisto de aquella brecha
disciplinar entre las Ciencias Sociales y Naturales, que tanto daño ha
hecho para la construcción de un
paradigma epistemológico integrador en pro de una sociedad más humanizante. La
pregunta que surge entonces es ¿Cuál es la postura que estamos abordando desde
el aula y las instituciones educativas?
Finalmente vale la pena aclarar que La
“carreta de la “carreta”: el desencuentro entre las Ciencias Sociales y las
Ciencias Naturales, no es más que una espuria visión de una problemática en
tiempos presentes, pero que nos debe llevar a insondables reflexiones.
Referencias Bibliográficas.
Abbagnano, N. (1961). Diccionario de filosofía.
Mexico: Fondo de Cultura Económica.
Kast, R. (1981). Administración en las organizaciones. un
enfoque de sistemas. Mexico: Fondo de Cultura Económica.
Wallerstein, I. (1999). Abrir las ciencias sociales.
Madrid: Siglo XXI Editores.
[1]
Término muy coloquial y despectivo utilizado comúnmente para invalidar o
invisibilizar un saber que se considera como no científico.
[2]
MEJÍA, Julio. Citado en Seminario Fundamentos de Investigación Educativa y
Pedagógica. Epistemología de la investigación social en América Latina.
Desarrollos en el siglo XXI.
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